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Florina

Nostalgia de una comunidad olvidada

Mishel Sarfatis

“Eramos todos como hermanos”, exclamaron mis padres al unísono refiriéndose a su añorada comunidad judía de Florina, ciudad ubicada en el norte de Grecia, cerca de la frontera con la ex Yugoslavia.

La “Enciclopedia Judaica” menciona que ya en los siglos XVII Y XVIII existieron judíos, la ciudad, en su mayoría procedentes de España luego de su expulsión en el año 1492. Esta comunidad se establece como tal en 1912 con algunos cientos de judíos errantes procedentes de la vecina ciudad Yugoslava de Monastir hoy Bitola, los que arribaron a ella en busca de un mejor destino.

Los judíos se dedicaron en su mayoría al comercio de telas, ropa hecha, calzado e inclusive el “charuji”, típico zapato que visten los campesinos montañeses griegos.
También habían artesanos, carpinteros, pobres jornaleros, changadores y otros oficios menores. No hay recuerdo de judíos campesinos, obreros o mendigos. Entre los pobres, podemos mencionar a un judío de edad mediana que vendía pistachos en la calle, que los pesaba en una balanza muy especial, con toda seguridad hecha por él, la que también utilizaba para vender huevos y papas asadas.

Existían ambulantes que vendían huevos, los que solían poner en tiestos de barro para luego asarlos al horno, y otros que vendían exquisitos “Kibapes”.

El barrio Judío y sus costumbres


El barrio judío de Florina se encontraba en el sector ribereño de la ciudad, concretamente a lo largo de una calle llamada Ipiru, al sur de ella, a ambas riberas del río Saculeba, y por estrechas callejuelas de la vecindad.

La sinagoga (Kahal), un edificio pequeño y antiguo, donde oficiaba el Rabino o Jajám se ubicaba a las orillas del río, en la calle Aberos. El cementerio se encontraba en las afueras de la ciudad a los pies de la montaña. El rabino, además de sus deberes religiosos, ejercía como Mohel, encargándose de las circuncisiones (BeritMilá) de los recién nacidos y además realizando las labores de Shojet para las carnes que luego consumirían los judíos. Como si esto fuera poco, también cumplía las labores de profesor (Moré), enseñando principalmente a los niños a leer y escribir, tanto en griego como en hebreo. Hasta el año 1925 era quien se encargaba de preparar a los niños en casi todas las asignaturas básicas de primaria.

En los años 30, esta comunidad estaba integrada aproximadamente por 450 a 500 almas, eran religiosamente tradicionalistas, con su propia concepción social, tanto en su forma de vivir, jerarquía, como ayuda mutua. Por ejemplo, cuando se trataba de un casamiento en que la novia era pobre -la que normalmente trabajaba como empleada doméstica en alguna casa de cristianos- y no tenía dinero para pagar la dote, el Jajam llamaba a los correligionarios ricos para que se encargaran de los gastos de la boda.

Una costumbre típica de las novias era trasladar el ajuar en un carruaje tirado por caballos, la que acompañada de músicos tocando mancolinas y otros instrumentos musicales, entonaban hermosas canciones las cuales eran cantadas y bailadas por gente de la ciudad, en su trayecto a la casa en que definitivamente los novios iban a vivir.

Economía y tareas comunitarias

El mantenimiento económico de la comunidad se realizaba asignando a cada familia una cierta cantidad de dinero a pagar, dependiendo de su nivel económico. Otros ingresos se obtenían al rematar los diversos oficios que se realizaban en la sinagoga el sábado en la mañana, como por ejemplo poner los Rimonim, portar la Torá, etc. además de los aportes entregados por los miembros al ser llamados a la lectura de la Torá.

La comunidad contaba con diferentes grupos encargados de dar auxilio a las necesidades de sus miembros más pobres. Así, existían los Ozer Dalim, institución encargada de dar alimentos y vivienda, los Malbish Arumim preocupados de recolectar ropa y calzados y los Bikur Jolim, de visitar los enfermos y otros menesterosos.

Entre los años 1924 y 1925 las autoridades instauraron en la ciudad el sábado como día de feria, en el cual se producía la mayor actividad comercial de la semana. A raíz de ésto, muchos judíos abandonaron la ciudad al sentir disminuida sus ventas por no poder trabajar en dicho día.

En general las relaciones entre judíos y el resto de los credos en Florina era buena, viviendo en un ambiente de armonía y respeto, salvo un episodio ocurrido en los años 20 en que un oficial antisemita inculpó a los judíos de haber raptado a un niño cristiano para usar su sangre en la fabricación de Matzot de Pésaj. Una vez que el niño fue encontrado en las cercanías de la ciudad, las autoridades griegas detuvieron al oficial dándole posteriormente de baja.

Los judíos cumplían normalmente con su servicio militar como el resto de la población. En el monumento a los caídos entre los años 1940 - 1941 ubicado en la plaza central de Florina, se cita entre los muertos en operaciones bélicas a cuatro judíos: Menajem Aharon, Testa Bension, Menache losef e lsaak Rajamin. Cabe destacar que muchos judíos participaron en las luchas sociales y políticas, perteneciendo a diversos partidos políticos ygrupos partisanos.

El fin de la comunidad

La Comunidad Israelita de Florina existió hasta 1943, cuando las fuerzas de ocupación alemana actuaron del mismo modo que con el resto de las comunidades judías de Europa, exterminando masivamente a sus miembros en campos de concentración y en crematorios de Polonia y Alemania. Precisamente diez días después de terminada la festividad de Pésaj (30 de abril de 1943), los alemanes reunieron a la población judía en los patios de las escuelas Nº1 y Nº2 de la ciudad, para posteriormente trasladarlos en trenes a la muerte. Los que se percataron a tiempo del inminente peligro, huyeron a las montañas, salvándose luego de pasar todo tipo de amargas aventuras.

Un miembro de la comunidad que colaboró con los alemanes, convenciendo a los judíos de indicar el lugar donde ocultaban sus liras de oro, a cambio de salvar las vidas, fue subido al mismo tren, una vez cumplida esa misión. Toda la fortuna mobiliaria fue confiscada por los nazis. Las casas y negocios saqueados. Algunos habitantes de Florina se hicieron garantes de fortunas mobiliarias. Los poquísimos miembros de la comunidad que se salvaron del Holocausto, emigraron a diferentes lugares del mundo como, Israel, Estados Unidos, Brasil y Chile. Un solo judío se mantuvo en Florina después de la guerra, Jacob Cohén, que posteriormente se trasladó a otro lugar de Grecia llamado Bolos, donde después de unos años falleció.

Al término de la guerra, los inmuebles que pertenecían a los judíos, fueron puestos bajo administración de la Comunidad Israelita de Grecia y luego vendidos en subasta pública, salvo algunas excepciones.

En la Florina de hoy no ha quedado prácticamente nada que indique el paso de la comunidad judía por la ciudad, ni siquiera existe el nombre de alguna calle que los recuerde. Solamente uno que otro ciudadano, de avanzada edad, recuerda que allí habitó un conglomerado de judíos, junto con algunas de las costumbres típicas, como por ejemplo el pan sin sal, (matzá o “bollos”) para la festividad de Pésaj.

“Mujeres, hombres, ancianos, niños y bebés, a todos se los llevaron”. En los ojos de mis padres aún perduran esas terribles imágenes.


Artículo publicado en la Revista Zejel # 1 – Invierno 1996
Santiago – Chile

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Updated 25 Sep 2001 by LA